Picoteaba un día una gallina,
entre unos desperdicios de cocina,
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
hacia un montón de paja allí dispuesto.
El cuello echa pa´ trás y luego pa´ delante...
cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea nuevamente...
puja, empuja, apretuja... y... pone un huevo!!!.
Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
"A las puertas del siglo XXI,
y que aún pongan los huevos de uno en uno!"
No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,
sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficio
de la moderna técnica avanzada
esté, a poner un huevo, autorizada.
Se acerca el gato a un perro, que dormita
al sol junto al corral
y al oído, unas frases le musita
en tono coloquial:
"¿Se ha fijado, Usted, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas, instrumento
de la naturaleza desatada."
"Tiene razón", responde el aludido,
"que es la puesta, una empresa complicada
para hacerla sola y en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
al que llamaremos: Huevario,
en el que sea; la puesta; controlada
y el huevo; por expertos; atendido."
Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal, la Serafina.
El gato le pregunta: "Dime, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?"
"Nada noto" --- "¡Es puesta retenida!"
"Hemos de proceder sin dilación.
Estírate para la exploración."
"¿Me siento así?" --- "¡No, tonta, boca arriba!"
Y procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!). "Colega, ya lo veo.
Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada,
habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con cuchara
y recoger el huevo en una cesta."
(Hubo de dar el gato una tajeada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)
Ya se extiende la voz: ¡Por fin la ciencia
dá respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligencia
acuden al Huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen,
son las cien boca arriba, desplumadas
las noventa tajeadas,
las cincuenta inducidas,
cuarenta instrumentadas
y algo más de treinta salen,
con un buen corte en las barrigas.
Tan sólo una, recela: nuestra amiga,
(la que iniciaba nuestra historia),
porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en esta vida, y todo esto
le huele más a industria,
que a nacimiento y gloria.
¿No ha de tener mi cuento moraleja?
Hela aquí:
Mujer, no seas gallina,
y si lo eres, sé como la gallina vieja.
Pregunta, al que entusiasta te aconseja
métodos tan científicos y nuevos:
" ¿Ayudas tú en verdad a la gallina
o sólo vienes a romper los huevos?”